SOCIETAT FILATÈLICA GIRONINA

Se volvió otra vez a San Cristobal del Bosque al siguiente año, 1987. El paraje bien se lo merecía: tranquilo y como un oasis al revés, caro era un pequeño claro del bosque cercado por la exuberancia vegetal, un círculo de árboles que no abrumaba, sino que daba el oxígeno y la claridad matizada a la isla donde era la ermita dedicada a Sant Cristobal.
Una caravana de coches enfilaron el camino que desde la carretera de Sant Feliu conduce a aquel lugar. Le había precedido una camioneta que llevaba los enseres de cocina y preparó el lugar para los juegos. Y así, cuando llegaron los excursionistas, ya encontraron preparado el ambiente para empezar la fiesta con la misa celebrada, como ya era habitual, por el Dr. Taberner; una misa sencilla en un marco rústico, pero con todo el sentido religioso que da la piedad rural. Después, como siempre, los juegos para la chiquillería, mientras Jaime y sus ayudantes preeparaban la comida. Al fin y al cabo era otro aliciente por cambiar de costumbres y fruto de un ágape al aire libre, de un día claro: el 26 de abril.
Otro rato de entretenimientos para los pequeños y los mayores, con la designación de la "pubilla" y el "heredero" del año, que correspondieron a Narcisa Colomer y Antoni J. Maqueda, que recibieron los atributos que los honoraban como tales: el banderín y
la faja, entregados por sus antecesores.